Apuntes de India: Pushkar.




Febrero 2012
PUSHKAR

Rajastán. Ciudad sagrada, con uno de los pocos templos de India dedicado a Brahma. Tiene un apacible lago en el que contemplar, y digo contemplar, porque te sientas en sus ghats y sientes la tranquilidad, te invade el paisaje, pero sobretodo la fé, de los que hacen sus pujas, rezan, veneran la ciudad como parte de un todo y creas o no, sientes! Esto se ve nublado por algunos 'dudosos sacerdotes' que no dudan en avasallarte en cuanto llegas al lago, para rezar contigo y bendecirte a ti y tu familia, por un módico precio, tras decir NO 4 ó 5 veces, te dejarán en paz.
Vista de Pushkar desde la terraza de 'Mama luna'. Foto: Noelia Villodre.
El tren más cercano se encuentra en la ciudad de Ajmer, a sólo media hora o cuarenta minutos de Pushkar en autobús local, por 10Rs. Hay muchos durante el día que conectan las dos ciudades.
Pushkar también es muy conocida, sobretodo para los occidentales, como el paraíso de las compras. Cualquier cosa que te encuentres en las tiendas de España con ropa de estilo oriental, decoración, plata... el 80% de las cosas, salen de esta ciudad. Así que saben como nos gusta ver la mercancía; colocada, a la vista, atractiva. También saben muy bien como se mueven los precios europeos y es difícil bajarlos a un precio ganga si te llevas piezas sueltas y no haces gran pedido... cada vez, India es menos barata en ese sentido.
Restaurante de 'Mama Luna'. Foto: Noelia Villodre
Para dormir, tuvimos mucha suerte, encontramos el mejor lugar posible; Mama Luna. Conocimos a Lydia, una española que lo ayudó a nacer y crecer, lo que lo ha convertido en un lugar confortable, familiar, limpio, con un excelente restaurante; acogedor y con riquísima comida, y a buen precio. Todos se portaron muy bien con nosotras. Está situado al lado del templo de Brahma.
Gracias a Lydia también pudimos conocer la otra cara de India, que hasta ese momento anhelábamos sin saberlo, algo que fuese 'auténtico', sin tener esa sensación de Gran Teatro. Paseamos por el desierto, saludamos a un Baba que tenía su pequeño templo, y nos invitó a un chai. Hicimos una visita a la familia de uno de los chicos que trabaja en el hotel; un regimiento de hermanas preciosas, vino a saludarnos, nos miraban tímidamente y se reían, mantenían la distancia necesaria para estudiarnos y sentirse seguras, una matriarca sonriente y cariñosa, nos invitó a un chai... ofrecían, de verdad, sin pedir nada a cambio, verdadera hospitalidad que te despierta un mar de sensaciones dentro... Ese día, nada más llegar a la ciudad, en la recta final del viaje, fue lo mejor. Gracias Lydia.